Primeros años:

Una noche como cualquier otra, el rey Suddhodana de la India recibe la noticia de que va a ser padre. La madre, una de sus tantas esposas, le cuenta además que tuvo una visión, en donde un pequeño elefante de seis colmillos y cabeza de rubí se introducía por su vientre.

El rey visitó a seis de los sabios más reconocidos del Tibet en aquella época, y todos coincidieron en que aquella visión significaba que el hijo de Suddhodana sería un sabio y un santo.

El día del nacimiento de su hijo estuvo acompañado de una tragedia, su esposa murió en el parto sin poder conocer a su progenitor.

El rey lo bautiza como Siddharta Gautama y convoca a un oráculo quien anuncia que su hijo estaría destinado a ser un gran rey mientras no conozca las desgracias del mundo exterior.

Temiéndole a la profecía, el rey construye cuatro palacios, uno para cada estación del año, y es dentro de esas edificaciones ostentosas donde crece el pequeño Siddharta, privado de la realidad como lo son las enfermedades y la muerte.

El vistazo al mundo real:

A los 29 años, luego de una vida encerrado entre lujos y comodidades, y ya habiendo contraído matrimonio con una doncella, con la cual tuvo un hijo; el príncipe Siddharta salió al mundo exterior.

Resguardado por uno de sus cuidadores, emprendieron cuatro salidas, cada una con diferente impacto para el príncipe. En la primera salida, se toparon con un enfermo, por lo que Buda conoció la enfermedad.

En la segunda salida, se cruzaron a un viejo cojo, con la piel arrugada y con muy pocos dientes en la boca, así fue como Buda conoció la vejez.

En la tercera salida, encontraron a un grupo de personas llorando y cargando un cajón, dentro había un cuerpo pálido y tieso, fue así como Buda conoció la muerte. Estas tres excursiones al mundo real hicieron que el príncipe entendiera que la vida en este mundo es efímera.

Fue en la cuarta salida cuando Siddharta vio a un asceta, vestido con una túnica amarilla, pidiendo limosnas, en aquel momento el príncipe tuvo una revelación, y supo que ese era el camino que debía seguir. Dejó su vida y se entregó al ascetismo.

Ascetismo y meditación

Siddharta se convirtió en un mendigo, vagando durante seis años por toda la India, descubriendo estilos de vida muy distintos a los que había presenciado, conviviendo con esclavos, en condiciones que cualquier hombre de su posición socioeconómica rechazaría.
Su búsqueda era clara, quería vencer a la muerte, a la vejez, a la enfermedad, al odio, al egoísmo, a la envidia y a los malos pensamientos.

Conoció diversos maestros que lo intentaron guiar en su búsqueda de la verdad, pero ninguno llegaba a convencerlo. Su punto máximo fue cuando experimentó el ayuno y lo llevó a límites extremos, dejándolo al borde de la muerte y sin los resultados que buscaba.

Ahí entendió que los extremismos no lo llevarían a ningún lado, y lo que él necesitaba realmente era un equilibrio, así que se sentó bajo un árbol de higuera y meditó durante semanas concentrándose solo en su respiración.

Gracias a la meditación es que Siddharta Gautama consigue la iluminación, en este proceso es que se libera del cuerpo y descubre sus vidas pasadas, como también entiende el karma y derrota al fin las tentaciones mundanas.

Así es como el hombre que alguna vez fue príncipe alcanzó el nirvana, y ya no se referirían a él como Siddharta, sino como Buda, que significa “iluminado”.